corazón latía fuerte, interpretando que sería allí, quizá, donde él (o yo) anhelaba expresarse, desarrollarse y ofrecerse... Aunque, si soy sincera, creo que ni siquiera me hacía este planteamiento, y en realidad me fui dejando llevar de un lugar a otro por un mar de emociones mezcladas con un batiburrillo de planteamientos mentales y sus consecuentes decisiones, dominadas por el ego, además, en muchos ocasiones. Así diría que fue.

No obstante, estoy muy agradecida por todo lo vivido y aprendido, y no siento

Nunca sentí que mi realidad laboral o académica me definiese de manera alguna. Por contra, en muchas ocasiones sentí que eran ladrones de tiempo que no me permitían Ser, con mayúsculas, y que no me acercaban a aquello que era lo que yo venía a hacer. Claro que, tras volcar mi energía en contextos en los que no me sentía ni plena, ni realizada, ni “Yo misma“, intenté rectificar en numerosas ocasiones y aproximarme a aquello con lo que mi

que me haya “sobrado” ni media experiencia. Estoy feliz del “lugar” en el que me encuentro ahora y soy consciente de que la realidad sigue estando llenita de retos y ¡de oportunidades! Estoy feliz de que así sea y de poder seguir desarrollándome en esta vida y en este planeta.

Y ¿qué venía a hacer yo a esta vida?... Yo confío en que esta pregunta tenga tantas respuestas y tan diversas que no se pueda contestar si no es con un infinito, o con solo tres letras: yo he venido a SER; ¡eso sí! con mayúsculas, que quiere significar a ser desde mi verdad y desde mi alma. Entonces ni me planteaba la pregunta en estos términos. Tenía cosas, ¡muchas!, más urgentes que atender. Estaba sobreviviendo y la verdad es que es agotador, desconcertante y duro.

Y ahora ¿qué? Pues ahora lo que siento es que cuanto más logro estar en mi centro, cuanto más logro estar en presente y

cuanto más logro estar alineada con mi alma, más logro SER, con mayúsculas como decía, yo misma. Y desde ese lugar todo fluye mucho más, y las dudas y planteamientos sencillamente se esfuman. En ese lugar siento que navego por un río que me va llevando de manera natural donde mi alma desea estar y donde desea expresarse, ofrecerse y desarrollarse en cada momento. Es ese un lugar tan privilegiado como nuestro: nos pertenece. Es un lugar para SER simple y profundamente. Es un lugar para ser en Amor, Libertad y Conexión; en Paz, Armonía y Luz.

Y claro que ¡no todo es perfecto!, entre otras cosas porque no siempre logro estar en ese lugar de conexión ni muchísimo menos. Otra gran diferencia es que ahora ya sé dónde quiero volver cuando me desconecto, y ahora también sé hacer cada vez mejor ese recorrido de vuelta a la conexión. Y, aunque no todo sea perfecto, otra gran diferencia es la sensación que tengo de una paz intensa, en la base de todo. ¿Y cuál es el truco? El truco para mí, es ESTAR Y SER EN AMOR Y CONFIANZA EN LA VIDA, que siento y voy experimentando que es lo opuesto a estar y ser desde el miedo y la no confianza.

El primero es el mundo del Amor, ¡tan mágico y real, en el que todos somos creadores!, y el segundo siento que es un infierno: es el mundo del miedo en el que lo mental y las preocupaciones toman el control y no te permiten estar conectado a nada: ni al presente, ni a ti mismX, para empezar. Es supervivencia pura y dura, y es difícil sentir que somos algo diferentes a víctimas de la realidad que nos rodea. Y resulta realmente complicado sentir que el poder está en nosotrXs, porque todo el tiempo se lo entregamos al exterior. Hablo según mi experiencia...

Por contra, estando EN AMOR y en TOTAL CONFIANZA EN LA VIDA nos empoderamos, nos convertimos en los creadores que somos y empezamos a danzar con la magia o inteligencia del universo. Claro está que ese amor que empieza por uno mismo, y la confianza también. De hecho, ¿existe algo que no empiece por uno mismo? ¡Cuánto me ha costado mí aprenderlo! habiendo buscado tanto tiempo el reconocimiento fuera de mí, por ejemplo. Y nada nace fuera si antes no nació en el interior, ¡claro! También he vivido yo postponiendo mi trabajo interior y priorizando lo exterior entendiendo que

era lo importante y que a fin de cuentas, lo interior era solo asunto mío y nada tenía que ver con lo exterior... ¡Qué equivocada estaba! ¡Claro!, toca viajar siempre a nuestro interior. Allí se cocina todo. Lo maravilloso es que ¡nosotros dirigimos todos los fuegos! Si bien lo hacemos en todos los casos; tanto cuando es para bien y lo hacemos conscientemente, como cuando es para mal y lo hacemos sin tan siquiera saber que lo estamos haciendo.